El Papa es Luigi Mangione.
Dios lo sabe.
Le ha santificado.
Se reza a sus estampas.
Robert Francis Prevost aka León XIV es un impostor. Es el Papa falso.
Como Papa fake queríamos a Tagle, al filipino que era kawai.
Menos mal que al menos no ha salido el Papa negro, Robert Sarah, que era el mismísimo Belcebú.
León 14 mucho ir contra Trump, pero luego bien que ha hecho sus buenos comentarios homófobos, aunque dicen que fue hace tiempo y que ya no es así, que se ha hecho más woke con los años. Sí, pero bien que ocultaba casos de pederastia. En fin, ¿qué esperamos? ¿cuándo ha sido la Iglesia progresista?
No hay Papa bueno.
¡No os quedéis sin vuestras entradas para el directo de Pijas Marrones! Especial San Isidro, el miércoles 14 de Mayo, a las 20:30h, en el Palacio de la Prensa de Callao.
Más castizo imposible. Estaré con Diana Aller y con Serge González, más chulos que un ocho.
Las entradas las tenéis en la web del Palacio de la Prensa.
No faltéis.
Será fetén.
Veo la triste noticia del fallecimiento de la entrañable Jiggly Caliente, diva cómica de la cuarta temporada de Rupaul Drag Race, allá por 2012, el año de Sharon Needles de beef con PhiPhi O´Hara.
Ha fallecido por culpa del sistema sanitario de los US de A. Le amputaron una pierna por tener diabetes, que ya es fuerte que te tengan que amputar una pierna y, por no ir al médico y no pagarlo, se le infectó y murió.
De haber sanidad pública universal ahora estaría viva.
Me consuelo viendo a la maravillosa hija trans de Robert De Niro, a Emma Watson llamándole fascista a J.K. Rowling y a Melody con Pedro Sánchez, que es una imagen tan maravillosa que parecía hecha por IA.
Me consuela también ver a Rihanna en la MET gala disfrazada de gangster embarazada bajo el dresscode de dandismo negro.
La alfombra roja que hace que cada año todo el mundo se considere experto en estilo y moda y en decidir qué es una hortera y que no, ellas opinando comprando en Shein, claro.
Sesión doble de Prime: G20 y Otro Simple Favor.
G20 una maravilla. Como La Jungla de Cristal pero con la primera presidenta negra de los Estados Unidos que se pone a meter hostias como panes.
Viola Davis magnífica.
Tenía muchas ganas de ver el festín fagota de Otro Simple Favor porque la primera parte, Un Simple Favor, es una obra maestra. Pues bien, esta secuela es un verdadero bodrio que no se salva ni por camp. Va sin rumbo y se estrella.
A veces, cuando se pretende subir una apuesta, se pierde.
Recordando el gran apagón…
Tenemos ganas de lo disruptivo.
Queremos Mad Max.
Queremos no trabajar.
No se trata de romantizar las “desgracias” colectivas en plan tu persona vitamina Mr.Wonderful, no; se trata de no vivir como una amargada descreída que solo lo está por resentimiento consigo misma.
El apagón fue lo más.
Hubo de todo, por supuesto, y además por su orden.
A mi me pilló haciendo una presentación de tendencias sociales para Heineken. Estaba yo hablando del gatekeeping cuando, de pronto, se fue la luz de mi despacho y con ella la señal del wifi.
Pensé que había saltado el diferencial de los plomos, que alguna vez me había ocurrido antes y pensé en la tremenda cagada de que se me cortase la luz en mitad de una presentación.
Escribí a mi socia, que estaba en Menorca, y la dije que se me había ido la luz y que iba a conectar mi Mac al 5G de mi iPhone a lo que me contestó que en Heineken la estaban diciendo que a ellos también se les había ido la luz.
Empecé a escuchar sirenas de bomberos.
Ahí me dí cuenta de que algo pasaba. La llamé y me dijo que a ver si eso no había sido un ciberataque de Israel, que en las noticias decían que se había ido la luz en toda España menos en las islas.
La colgué para llamar a mi chico, pero no daba señal.
Lo del ciberataque me parecía un tanto peliculero pero a la vez me parecía coherente. Teniendo en cuenta que nunca se había ido la luz en toda España, sabiendo cómo se las gasta Israel y recordando que habíamos reconocido el estado de Palestina y que unos días antes habíamos rescindido el contrato para comprarles balas, tenía cierto sentido todo.
Acabábamos de venir un día antes de Denia y teníamos la nevera bajo mínimos. El congelador, en cambio, lleno de comida que se iba a poner mala al romper la cadena del frío.
Estaba tranquilo, pensando que llegado el caso simplemente bajaría al Carrefour con una navaja, en plan Navajeros de Eloy de la Iglesia, a pelearme por la comida de gato para Oni y Frou Frou.
En absoluto inquieto o preocupado.
Tan solo pensaba en cómo iba mi chico a llegar a casa del trabajo pues lo único que quería en ese momento era que estuviésemos los cuatro en casa. El núcleo familiar. Y a partir de ahí ver qué pasaba. No quería que la luz volviese en unos minutos, quería no trabajar y no tener que terminar un informe que tenía que terminar.
Pensé que otra vez más se cancelaba el estreno de La Familia de la Tele. Como si hubiese ahí una mano negra, como si Ana Rosa les hubiese congelado.
Me puse la gorra y bajé a la calle a ver qué ambiente se respiraba.
Estaba todo el mundo en la calle excitado por lo ocurrido, contentos, sintiéndose partícipes de un evento colectivo excepcional.
Jamás había ocurrido algo así.
Los adolescentes moros riendo por las calles, los ancianos de la residencia todos fuera escuchando radios a pilas, latinos y españoles cayetanos preguntándoles qué decía la radio y los ancianos diciéndoles que no se sabía nada, que Pedro Sánchez se iba a reunir de urgencia con no se quienes.
La gente en las terrazas, feliz de no tener que estar en el trabajo.
Subí a casa a esperar a Jaime.
Oni y Frou Frou completamente ajenos a la locura colectiva.
Me puse unos filetes de pavo con bulgur y me tumbé en el sofá a echarme una siesta y llegó Jaime, que le había traído su hermana, Virginia, pese a que recomendaban no conducir porque no había semáforos.
Jaime creía que había sido un ciberataque y estaba entre preocupado, tranquilo y con ganas de jarana.
Me dijo que al llegar estaba viendo a gente con garrafas de agua por la calle y con carritos de la compra otra vez con papel higiénico para limpiarse el culo.
Me extrañó lo del agua.
En casa solo teníamos 17 euros en efectivo, y de absoluto milagro porque siempre pagamos todo con el móvil y jamás sacamos del cajero.
Bajamos a comprar, pero el Carrefour ya estaba cerrado, pasamos por la frutería para comprar plátanos y a mi chico se le antojó media sandía enorme a compartir con una vecina que estaba ahí en la frutería que nos dijo que tenía cocina de gas y que si veíamos que algo se nos iba a poner malo, que subiésemos a su casa para cocinar.
La frutera nos cobró 10 euros por los plátanos y por la sandía.
Nos quedaban siete euros.
Si fuese un ensayo para una nueva realidad post-apocalíptica, mal íbamos.
El frutero nos contó a los ahí asistentes que ya estaban cerrando el agua en ciertas zonas y que habían dicho que la movida iba a durar tres días.
Todo mentira, pero claro, mandé a Jaime a casa a llenar botellas y jarras de agua y yo me fui al Mercadona con los 7 euros a comprar latas de lentejas, chili con carne y unos bollos de chocolate.
Y eso que odio el Mercadona, pero estaba abierto. Claro, Juan Roig diría que a trabajar, que los trabajadores lleguen a sus casas es lo de menos. Lo importante hacer dinero.
Subí a casa a dejar las latas y volvimos a bajar a escuchar la radio en el coche.
Decían que el apagón duraría entre seis y diez horas y que no se sabía nada de ciberataques.
Ya me estaba yo imaginando a todos los fachas al día siguiente diciendo que la culpa era de Pedro Sánchez, de Begoña, de Bildu y de las trans.
Fuimos a dar un paseo y la gente ya directamente estaba disparada, como si fuese verbena.
Me pareció bonito y a la vez sentí vergüenza ajena.
Comentamos lo fuerte que iba a ser que hubiese apagón por la noche, en Madrid… La Purga. Alunizajes en Mediamark, violaciones a tutiplén.
Madrid un cuarto oscuro.
Encerrados bajo siete llaves a persiana bajada.
Fuimos a casa de unos amigos, de Vero y Popote, para ver cómo estaban y estar de salseo y la luz ya había llegado a su casa.
Pablo, su hijo, se había puesto a estudiar porque tenía examen al día siguiente y se había hecho las ilusiones de vivir a partir de ese momento en un Fortnite real e iba a ser que no.
Me dio pena que volviese la luz tan pronto.
La gente encerrada en trenes, ascensores y sin poder volver a sus casas me daban igual.
Volvimos a casa, aún sin luz, pero llegó a tiempo para que nos pusiésemos Supervivientes en Mi Tele y después Clásicos Modernos, la sitcom marica de Disney+, que es como Las chicas de oro pero Las maricas de oro.
Todo había sido un sueño.
Unos días antes no habíamos ido a pasar el fin de semana a la casa de la playa de Denia, a pasear por la playa, tomar horchata y fideua.
La zona de Les Deveses, donde tenemos la casa, es como un Twin Peaks de playa, con gente amable, gente loca, subnormales, macarras, gracia y misterio.
Largos paseos por la playa, baños de agua fría, desayunos viendo el mar.
En un chiringuito nos atendió un camarero cocainómano que era lo más, enzarpadísimo.
Nos encantó ver a tanta gente con perros por la playa.
Nuestras horchatas, nuestros blanco y negro en Verdú.
Fuimos al auto-cine y vimos Confidencial aka Black Bag.
Confidencial es una película de espías un poco entre John Le Carré y Escenas de un matrimonio de Bergman.
Está horriblemente dirigida por Steven Soderberg, que es un director lamentable que antepone su ego herido a la película y a sus actores. Coloca un filtro como de media traslúcida para intentar hacerlo todo falsamente sofisticado y lo que consigue es que no podamos ver los rostros de los magnéticos Cate Blanchett y Michael Fassbender.
Un atropello.
Pero, no obstante, la película ha quedado simpática gracias al guión de David Koepp, innecesariamente complejo cuando lo que está ocurriendo es bien sencillo, con esa manía de hacerlo todo confuso para que parezca más inteligente de lo que es, pero con algunos momentos de gracia adulta y retranca.
Al final nos encantó y es una maravilla que dure lo que tiene que durar: 90 minutos.
Ni uno más.
Nos comimos una fideua del Estanyó al borde de la playa, compramos comida para los gatos de la zona…
Quedamos con Octavio y con Ana para comer en la pizzería napolita Casa Edoardo, que el pizzero es napolitano de verdad.
Me comí una pizza increíble que en lugar de tomate tenía crema de calabaza.
Estuvimos hablando del ridículo en el que está cayendo el neo-fascismo.
Los señores fascistas me enternecen.
Esos señores de sesenta años con ropa de Spagnolo o Vale Cuatro.
Me resultan adorables.
Son encantadores.
Lo que es superior a mis fuerzas es la gente joven facha, con pelo de Cayetano y pulseritas de la bandera de España.
Si eres joven y eres de derechas no eres joven.
Ser joven y ser derechas es incompatible.
Esos chavales, cuando sean mayores, jamás podrán decir que un día fueron jóvenes.
Montoya, en Supervivientes, ha acuñado los términos “sincericidio”, que viene a ser cometer un suicidio de sinceridad, y “falsericidio”, cometer un suicidio de falsedad.
Él dice que Pelayo es un falsericidio.
Mi chico y yo estábamos en la playa hablando acerca de lo que era falsericidio y sincericidio... Cayetana Guillén Cuervo y Amaia Montero son sincericidios, Rigoberta Bandini es un falsericidio.
James Rhodes, Isabel Coixet, Inés Hernand, Wes Anderson, Tigrillo, Emma García, Nine Perfect Strangers, Los Javis, el nuevo Papa… todo falsericidios.
Britney Spears, Sean Baker, Victor Sandoval, Mike White, Amaia, Manuela Trasobares, Belén Esteban, La familia de la tele, son sincericidios.
Pero el sincericidio no es necesariamente algo positivo. Por ejemplo, Iker Jimenez y Mario Vaquerizo son sincericidios y son lo peor que ha parido la Tierra.
Amaia, perdona a Cayetana.